Bernardo Jaramillo Ossa nació el 2 de septiembre de 1955 y fue esperanza de transformación para un país. Desde muy pequeño, su carisma y capacidad de liderazgo se destacaron, por lo que en 1971, antes de cumplir los 20 años, fundó la Unión Nacional de Estudiantes (UNES) en su ciudad natal, Manizales. Estudió derecho en la Universidad de Caldas e hizo sus primeros pinos en política en las toldas de la Juventud Comunista. Luego, su pasión por la poesía y la literatura lo llevaron a París a estudiar Filosofía y Letras.
El destino y sus raíces, bien ancladas a la tierra en la que nació, lo impulsaron a volver a Colombia; y su pasión por la justicia, a responder con fuerza y determinación al escenario de conflictos sociales, masacres y paros que encontró a su regreso en Urabá en donde asesoró a los sindicatos bananeros.
En 1986 ocupó su primer puesto político como concejal de Apartadó, luego como personero y más adelante como diputado de la Asamblea de Antioquia. En ocho años de trasegar político en el Urabá antioqueño se destacó siempre por la claridad, contundencia y coherencia en su objetivo de lograr la paz por medio de transformaciones profundas y estructurales.
En el camino de lucha por sus ideales cruzó su camino con el de Jaime Pardo Leal, quien se convirtió en uno de sus mejores amigos y compañeros. Con la fuerza de sus sagaces discursos y la profundización de su deseo de lograr un verdadero cambio en el país, Bernardo Jaramillo llegó a la Cámara de Representantes. Sin duda ya como el líder que renovaría la izquierda colombiana, presentó proyectos de reforma agraria y urbana, y luchó sin cansancio por la igualdad de las minorías étnicas y los derechos de los indígenas. Su propuesta siempre defendió el diálogo para contener la guerra, pues era un convencido de la invalidez de la opción armada. Pero el secreto de Bernardo Jaramillo era su sencilla manera de llegar a la gente, de hacerse querer como cualquier paisano y no como un salvador o un iluminado.
Las balas no demoraron en aparecer para entorpecer caminos y la muerte alcanzó a su compañero de lucha Pardo Leal a manos de unos sicarios. Sin temor a la muerte y a las amenazas que ya desde hacía un tiempo había comenzado a recibir, y como un homenaje a la vida, Bernardo Jaramillo decidió tomar el puesto de su difunto amigo: el 13 de octubre de 1987 asumió la presidencia de la coordinadora nacional de la UP.
A pesar de que las amenazas continuaban y en algunas ocasiones hicieron que Jaramillo saliera del país, y sabiendo que los riesgos se acentuarían, asumió la candidatura a la presidencia de la República en representación de la Unión Patriótica, como el candidato presidencial más joven en la historia del país. También fue candidato al Senado de la República, y ganó la curul con un total de 35297 votos.
Su éxito como líder político de debió sin duda alguna a su franqueza y a la coherencia con la que proponía cambios significativos. Por esta misma razón, Jaramillo sabía que iba a morir; sin embargo, como romántico que era, se refería a este destino fatal con humor negro, y como una realidad que estaba dispuesto a asumir hasta que el país que soñaba se hiciera realidad: “Cuando yo muera, quiero que me incineren y rieguen mis cenizas donde haya muchos claveles rojos. Y quiero que después, frente a mis despojos, me canten dos tangos. Es paradójico, toda una ironía, pero uno de ellos, inevitablemente, tiene que ser Volver” dijo luego de haber sido nombrado sucesor de su asesinado mejor amigo.
Estaba tan enamorado de la vida que murió sin temor y luego de haberlo predicho muchas veces, el 22 de marzo de 1990, en pleno Puente Aéreo de Bogotá cuando se dirigía con su esposa hacia Santa Marta. Su trabajo incansable por la paz fue interrumpido por un joven de 17 años vestido de corbata que descargó 33 balas de una ametralladora, 4 de las cuales impactaron su tórax provocándole la muerte en los brazos de su compañera.
Esa misma mañana, el Director del DAS atribuyó la autoría intelectual del asesinato a Pablo Escobar, quien de inmediato envió una carta declarándose adolorido y negando ser el autor del crimen: “estoy asombrado de ver la facilidad y la rapidez con la que el gobierno encuentra un culpable para justificar ante el pueblo los asesinatos cometidos por sus sicarios oficiales”, dijo Escobar.
Corrieron toda suerte de especulaciones sobre la autoría intelectual del crimen; en medio de la confusión y la posibilidad de que hubiera sido planeado por un bando para inculpar a otro, surgieron teorías de que fue el Cartel de Medellín, las FARC, el ELN, el Ejército, el grupo de paramilitares de Castaño, Rodríguez Gacha, Carlos Lemos (quien llamó a la UP “el brazo político de las FARC”). Pero de una cosa no cabía la menor duda: quien asesinó a Jaramillo hacía parte de una ofensiva anticomunista en la cual la militancia e incluso la simpatía con la UP eran consideradas como un objetivo militar asociado a las FARC y el objetivo era su aniquilación.
La muerte de Bernardo Jaramillo fue una más en la seguidilla de muertes de seres incondicionales, valientes, cuya condena fue advertir sobre la degradación del conflicto colombiano, el fortalecimiento de las estructuras paramilitares, la complicidad de estos con el Estado y el narcotráfico, pero sobre todo sobre la necesidad de una salida negociada para alcanzar transformaciones en una sociedad tan inequitativa como la colombiana.
Pero así como no le temblaba la voz para hablar de frente al país sobre la impunidad y la injusticia, Jaramillo era un hombre sensible, amante de los tangos, las mujeres, alegre, inteligente, pacifista, antimilitarista y demócrata. Fue víctima, como todos, de la ausencia en Colombia de una libertad de conciencia.
Más allá de haber asesinado a un líder de un proyecto político, la hegemonía se impuso asesinando a la personificación de la valentía y la persistencia, a alguien que arriesgó su vida por la vida de los demás, por cambiar el estado de cosas. Con la muerte de Bernardo Jaramillo murió el comienzo de un proyecto político, murió la democracia y murió un pedazo de país. Parece que en ese instante hubiera muerto el anhelo de una patria democrática, equitativa y libre. Pero desafortunadamente para los enemigos de la paz, ni con esta, ni con ninguna de las muertes que se sumaron en el genocidio contra la UP, murió la esperanza.
Hoy, con la nostalgia el recuerdo en la garganta, la Unión Patriótica recoge los ideales de este gran líder y canta con alegría, Volver.
El asesinato de Bernardo Jaramillo Ossa ocurrió en el marco del Genocidio Político contra la UP y cuyo caso 11.227 lleva la Corporación Reiniciar ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) en Estados Unidos.